El impacto que ha de la pandemia ha causado la desaparición de muchas empresas y empleos, la disminución de ingresos, el crecimiento de la informalidad y el aumento del número de personas que no trabajan ni estudian, además, evidentemente, de muchos fallecidos. De manera que las relaciones laborales en el Perú han sufrido un fuerte impacto, al que se agrega mucha desigualdad, falta de acceso a servicios públicos de calidad, la inseguridad y violencia, que hacen que lo anterior luzca mucho peor.
En ese contexto, pensar en las relaciones laborales puede parecer un ejercicio desesperanzador. Pero hay que hacerlo, porque no son las iniciativas legales que buscan volver al pasado ni las medidas de corte populista las que van a ayudarnos a hacerle frente a lo que nos está dejando la pandemia. Hay que pensar en las relaciones laborales mismas, porque durante la pandemia se han estado transformando y continuarán haciéndolo cada vez más rápido, nos guste o no.
Allí está, por ejemplo, el trabajo remoto, que obligará a considerar al centro de trabajo y al domicilio, como lugares usuales de cumplimiento de la obligación laboral. También está el uso de la tecnología, que se suma a lo anterior, y que está llevando a que comiencen a verse contratos parciales y relaciones cada vez más autónomas, con varios empleadores a la vez. Y también están los sindicatos que se han visto forzados a cambiar los contenidos negociales, las formas de negociación y están cuestionando los ámbitos típicos de la negociación colectiva. Y por el lado de la empresa, están los muchos ejemplos de procesos de cambio organizacional, de estrategias y de negocios que se han tenido que llevar a cabo para hacerle frente a la crisis. Y por supuesto, también están los infortunios laborales, la inestabilidad económica y la seguridad y la salud en el trabajo, que han comenzado a ser los motivos de preocupación más saltantes en la búsqueda de protección laboral.
Algunos pensarán, siguiendo una equivocada y generalizada creencia, que estas transformaciones pueden cambiarse con normas que intenten volver las cosas al estado anterior o mediante la estabilización de derechos o “conquistas”. Pero la verdad es que los efectos de la pandemia serán en muchos casos permanentes y continuos y más que intentar cambiarlos, habrá que considerarlos como una realidad en la que la capacidad de adaptación, la agilidad y la permanente reconversión de empresas y trabajadores serán la norma.
Así que habrá que comenzar a repensar nuestro modelo de relaciones laborales y tratarlo como uno que se va a montar sobre un sistema productivo muy dinámico, que cambiará permanentemente y en el que más que ofrecer estabilidad y garantizar derechos, habrá que ofrecer seguridad a las personas y mecanismos que les permitan reinsertarse al sistema productivo rápidamente.
Fuente: Diario Gestión