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Por: Vinatea & Toyama

Lo único peor que ganar una batalla es perder una batalla

Los indicadores de la lucha contra la pandemia nos muestran un resultado muy malo. ¿Pudo haber sido peor? Seguro, pero es obvio que lo que se ha hecho hasta ahora no ha funcionado. Así que esta batalla nos está mostrando su lado más feo: está matando gente y puede destruirnos como país.

La estrategia del confinamiento y la casi paralización de la actividad productiva ya mostraron su ineficacia dadas nuestra complejidad social y nuestras carencias. Por ello, quizá sea el momento de librar una batalla focalizada, híbrida, con confinamientos y aperturas específicos, cuidando a quienes no pueden hacerlo por sí mismos y permitiendo que trabajen quienes sí pueden cuidarse y son capaces de producir.

Lo anterior requiere liderazgo operativo, político y social. Pero no se puede librar una batalla como la que nos enfrenta al covid19 sin las iglesias, el empresariado, los profesionales, los trabajadores -formales o informales- y las asociaciones civiles, entre otras instituciones que deberían haber sido convocadas por el Gobierno para esta tarea. Y es que esta es una batalla de todos, y la libramos para ganarla, sino para qué. Porque, como decía Wellington, lo único peor que ganar una batalla es perder una batalla.