PUCP, 1990. ¿Con quién llevo Derecho Laboral? Con Javier Neves, me dijeron. Y me cambió la vida. Javier nos ha dejado. El Perú pierde a un extraordinario profesor y a un ser humano inagotable.
Javier Neves es el Maestro de muchos discípulos laboralistas, a quienes nos enseñó a amar esta disciplina. Es el padre del Derecho Laboral moderno: su magistral obra, Introducción al Derecho del Trabajo —escrita en simple para el entendimiento de todos, pero con la rigurosidad académica que lo caracterizaba— es la fuente de normas, sentencias y artículos académicos.
Como alumno, te llamaba por tu nombre y pedía lo mismo para él. Nada de “doctor”, te decía. Igualdad y respeto. Mantenía la altura durante el debate en clases y, cuando se producía tensión, la diluía con sus bromas. Nos dio tanto, pero recibió tan poco… No buscaba distinciones; costó mucho que aceptara el libro homenaje por sus 25 años de vida académica y, para su presentación, impuso las mayores condiciones de recato.
Consecuente con sus ideas, llevaba una vida austera. Asesoraba gratis, incluso juicios o arbitrajes importantes en beneficio de miles de trabajadores. Fue artífice de la reforma de la “cédula viva” (Ley 20530), además de haber sido uno de los mejores ministros de Trabajo y decanos de facultades de Derecho que ha tenido el país.
Comparaba, siguiendo a Benedetti (Ustedes y nosotros), los amores materiales y convenidos frente a los disfrutados sin ataduras, con fervor y sin otra finalidad más allá que el solo querer. Gracias, Javier, por invitarnos a ser nosotros.
Fue un Maestro dentro y fuera del salón de clases. Unía mentes y corazones, aulas y personas, alumnos y familias. Decisiones personales y profesionales, todas, pasaban por su opinión. Formó una gran familia en el derecho laboral.
Compartía su tiempo invitando a comer, regalando libros, viajando por el Perú o disfrutando de una película. Muchos conocimos el mundo a través del Maestro: cine, literatura, música, política, historia. Siempre tenía tiempo para escuchar, apoyar y organizar colectas. Y ni siquiera en momentos difíciles, como sus largas sesiones de diálisis, dejaba de pensar en quienes más lo necesitaban; incluso ayudó a uno de ellos, “un joven valor”, asumiendo todos sus estudios. Así eran de nobles los gestos de Javier.
Como Javier Neves, tuve excelentes profesores en la PUCP; profesores que deslumbraban, mentes brillantes y generosas que compartían sus experiencias. Pero una persona tan humana como Javier, ninguna.
Escribí mi primer artículo con él. En realidad, todo lo reescribió; creo que del original solo quedó mi nombre. Codictamos dos veces y, claro, bajé el promedio de la evaluación de los alumnos. Me preparaba todo lo que podía, pero su ingenio opacaba mis “ppts”. Viajamos al Cusco y rechazó una cena con autoridades: prefirió una con los alumnos. En un auditorio del Ministerio Público, me retó a no usar corbata (él nunca la usaba), pese al público encorbatado. Sentí que me faltaba algo pero, irónicamente, también sentí que un nuevo lazo me unía más a Javier.
Hasta pronto, Maestro y amigo. Muchas gracias por todo. Solo queda tratar de seguir tus pasos, cultivar y compartir tus tan entrañables enseñanzas.