La pandemia que todavía vivimos ha obligado en muchos países a limitar las actividades presenciales, sean laborales o no, a lo estrictamente necesario y las escolares, técnicas y universitarias, a programas mixtos en los que se alterna la enseñanza por medios virtuales con clases presenciales o únicamente por medios virtuales, que es lo que ha ocurrido en nuestro país.
En el ámbito del derecho, que es en el que yo me desenvuelvo como profesor, ya existían clases y cursos virtuales en algunas facultades de derecho y la oferta de capacitación virtual no era infrecuente. Pero el confinamiento y cierre de las universidades nos ha obligado adaptar los cursos a formatos de enseñanza virtual que no usábamos.
No ha sido sencillo, ni para los docentes ni para los alumnos, pero la experiencia nos ha enseñado que no todo ha sido malo ni una desventaja para los alumnos y las universidades. El reto ha sido grande, claro, porque hemos debido adaptarnos al medio virtual. Yo mismo ya había tenido años atrás la experiencia de estudiar un programa que alternaba períodos virtuales y presenciales. Pero ahora me tocó dictar mi curso habitual de derecho procesal laboral con un formato virtual y de él solo he sacado ideas nuevas y habilidades que incluso me sirven en mi trabajo como abogado y en mi relación con los alumnos.
Y así como hay retos también hay oportunidades. Así se lo decía hace poco a una profesora colega mía: el medio virtual permitirá que personas que hoy no pueden acceder a la universidad por razones geográficas sí lo puedan hacer y eso se aplicará a todos los alumnos, lo que hará que también los mejores alumnos de una universidad postulen a otras universidades foráneas. En definitiva, le decía, el medio virtual abrirá las fronteras para todos los estudiantes y eso será un reto que solo se traducirá en competencia y mejoras en la calidad educativa.
Pero no se trata solo de competencia y posibilidades de mejora a través de ella. También está la posibilidad que tienen las facultades de derecho de proyectar el conocimiento, la reflexión y el compromiso social más allá de las aulas. Hace poco participé como docente en un programa académico virtual para cerca de doscientos jueces y personal de justicia distribuidos por todo el país. Varios asistentes me dijeron que la experiencia había sido fantástica y que planeaban estudiar en universidades de prestigio desde su lugar de residencia.
Siempre he pensado que la buena formación académica crea élites. Con la educación virtual estamos frente a la posibilidad de que esas élites sean más numerosas y el conocimiento llegue a más personas.
Fuente: Diario Gestión